viernes, 15 de marzo de 2013

Dos chicas de Shanghai


Autor: Lisa See

Pocas veces he sentido la necesidad de releer una novela inmediatamente después de su primera lectura. Pero este ha sido el caso. Intensidad y dureza subyacen en esta narración de los veinte años que transcurren en la vida de dos hermanas de Shanghai, Se inicia cuando viven en la casa paterna rodeadas de lujos e inmersas en la vida alegre de esa ciudad en 1935, cosmopolita e internacional ajena a la realidad del resto de China. Ellas trabajan como “chicas bonitas” -modelos de pintores de calendarios-, estudian, hablan idiomas y se consideran modernas y occidentalizadas a diferencia de su madre, obediente al marido y con los pies vendados y, en consecuencia, atrapada en su inmovilidad. El patriarca pierde en el juego todo lo que tiene y la única salida que se le ofrece es vender su negocio de rikshaws y a sus dos hijas en matrimonio. En este momento, sus vidas se derrumban coincidiendo con la invasión japonesa. Junto con su madre inician la huida a Los Angeles donde viven sus maridos, hermanos entre sí, e hijos de un acaudalado chino americano. Consiguen llegar, pero las cosas no son como esperan.
Dado que el bisabuelo de la autora fue patriarca en Chinatown en el tiempo en el que transcurre la novela, está asegurada la fidelidad a los modos de vida, valores y expectativas de aquellos chinos que residieron en América en los años 30 a 50 cuya integración fue más difícil de lo que seguramente pensábamos. Se enriquece con muchos términos en chino que acrecentarán la erudición de los lectores. Aporta la apertura a una cultura totalmente alejada de la nuestra y desarrolla con veracidad la amorosa y beneficiosa relación entre ambas hermanas que, en muchas ocasiones, y tal como sucede en la vida real, está teñida de pequeñas rencillas y comparaciones que, sin embargo, son enjugadas con la fuerza del amor.

Sorprende la austeridad con que la autora narra sucesos terribles. Con ello consigue impresionar y conmover más que con un relato detallado y largo. Queda en el espíritu el alivio de vivir en el lado bueno del mundo; aquel que ha sido hollado por las legiones romanas y mejorado por el cristianismo, donde nacer mujer no es una desgracia y donde podemos hacer algo más que dar a luz varones.

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