Autora: Elinore Pruitt Stewart
En
1909, una joven viuda, con su hija de dos años, se traslada desde la ciudad de
Denver al despoblado medio oeste de Wyoming. Huye del trabajo asalariado y poco
remunerado al encuentro de aventuras al aire libre. Su deseo es convertirse en
terrateniente.
Todas
sus aventuras y sucedidos, se los refiere a su antigua patrona a través de
cartas. Éstas fueron publicadas en el periódico local y han llegado a conformar
un libro que es un referente en la cultura del oeste americano. En España
acaban de traducirse y publicarse. Un siglo después.
Por
tanto, todo lo que leemos es rigurosamente cierto. Conviene recordarlo cada vez
que nos sorprendan las vicisitudes y la dureza cotidiana. Incluso si fuera
ficción, gran parte del libro nos dejaría perplejos. Comprobamos que el
contacto directo con la naturaleza no conlleva per se una existencia
confortable. No cabe duda de que es necesario un temple especial para afrontar
este modo de vida. La protagonista lo tiene y además nos lo cuenta con
naturalidad y humor. No queda duda de que es feliz. Por encima de la dificultad
añadida de ser mujer sola. Aunque la vemos rodeada de vecinas, que serán sus
amigas, solas como ella, y como ella capaces de llevar sus ranchos. Y, además, deja
traslucir una vasta cultura literaria que contribuye a que su relato se eleve
sobre lo que cabe esperar de un colono.
A
mí, en particular, que a duras penas me oriento en una ciudad con callejero y
viandantes a quienes preguntar, me maravilla la capacidad de llegar a su
destino de esta mujer a través de bosques nevados y montañas sin ningún tipo de
indicación.