viernes, 23 de octubre de 2015

Un jardín en Brujas

Autor: Charles Bertin


            Disfrutamos del cariñoso homenaje de un escritor, ya anciano, a su abuela. Con ella pasaba los veranos de los años veinte en su casa con jardín en las afueras de Brujas.

            Ella no había podido estudiar. Su padre prefirió dedicar sus exiguos recursos a los hijos varones quienes, por diversos motivos, no aprovecharon la educación, con lo que el sacrificio de las hermanas resultó baldío. Nunca le perdonó a su padre la decisión de privarla de instrucción y arrinconarla en las tareas del campo y del hogar. En la vejez, y a la par que su nieto, la protagonista estudia y se cultiva. Ambos disfrutan juntos de las lecturas, juegos, paseos en bici, excursiones y acercan sus vidas cada estío. La abuela Thérese-Augustine encierra secretos, deseos, historias, amores, dolores, que trasmite a Charles con fuerza y magia, y así, aunque el relato es intimista, no cae en la blandenguería.  Es curioso, siempre creemos que los ancianos que nos rodean nunca sintieron ni vivieron nada de interés, como le sucede a Charles. Y si, por fortuna, nos permiten asomarnos a su corazón, lo que presenciamos se graba en el nuestro para siempre.


            Un breve relato de ciento cincuenta páginas llenas de amor y belleza, tal como se espera de un gran escritor, con varios premios y miembro de la Real Academia de Lengua y Literatura Belga.

lunes, 5 de octubre de 2015

Tu mentira más dulce

Autora: María Goodin

           
            La infancia de Meg está entretejida con las mentiras fantasiosas que su madre, Val, ha ido relatándole: es tan dulce que los deditos de sus pies sustituyen al azúcar en el té, la tarta de menta que hornea su madre confiere tal fuerza que una vez los municipales le pusieron una multa por exceso de velocidad en su gateo, en otra ocasión las cebollas que pelaron se hicieron llorar unas a otras y produjeron una inundación... Relatos bellos y tiernos que Meg creía ciegamente, con la confianza propia de los niños en las palabras de sus padres. Sin embargo, al alcanzar los ocho años  de edad, y experimentar cómo se reían de ella sus amigos ante lo imposible de sus relatos familiares, se siente engañada y se distancia de su madre. Pocos años después, cuando Val enferma de cáncer y está muy próxima a morir, Meg vuelve para cuidarla. Su máximo deseo es conocer la verdad de su vida y alberga la esperanza de que ella se la cuente. Inútil anhelo; la locura materna lo impide. Val siempre vivió en su propia realidad. Aun así, investiga y busca hasta que halla las respuestas.

            Como sucede a menudo, lo que averigua no es lo que esperaba. Todos sus recuerdos están formados por medias verdades. El dolor y el asombro dan paso a una comprensión amorosa hacia su madre agonizante que transforma la novela en un relato de gran ternura.

            Comprobamos que incluso en las circunstancias más adversas, como las que envuelven la vida de Val, siempre es posible hacer el bien, y que este cae en cascada mucho más lejos de lo que imaginamos.

Un libro precioso, que comienza como una excentricidad, pero que deviene en una historia repleta de sentimientos profundos que aconsejan disponer de un pañuelo cercano.

Me quedo con la maravillosa frase, quizá la más bonita de todo el libro, que compendia la relación entre ambas: «Yo soy todo lo que me has enseñado alguna vez, incluso cuando creías que no te estaba escuchando». Y yo añado: así es la huella de las madres en nuestra alma.