Autor: Stefan Zweig
Nos cuenta la
historia de Mendel, un judío librero de viejo, que pasaba los días en una mesa
de un café vienés, leyendo y clasificando sus libros con infinito amor. Conocedor
de todo lo publicado y titán de la memoria, era capaz de conseguir el volumen
más singular del más olvidado de los anticuarios.
Treinta
años pasó Mendel en la misma mesa del café, entregado a los libros con el
ensimismamiento del monje medieval en sus oraciones. Pero el vendaval de la
Primera Guerra Mundial trunca su existencia. Zweig consigue describir con tal
belleza y delicadeza los sentimientos que sólo podemos concluir que estamos
ante una joya literaria. Yo, por mi parte, quiero terminar esta reseña con la
última frase del relato: “Los libros sólo se escriben para unir a los seres
humanos y así defenderlos frente al inexorable reverso de toda existencia: la
fugacidad y el olvido”.